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Testimonios y homenajes

Si tú no la miraras… poema de Antonio Fernández Molina con música de Feli Burillo

SI TÚ NO LAS MIRARAS

Poco valdría el viento,
Nada valdrían las rocas…
Ni tampoco el sentimiento
Si Tú no lo miraras.

Nada valdrían las almas
Poco valdrían los hombres,
Nada valdrían las cumbres
Si Tú no las miraras.

Nada serían los trigos,
Poco valdían las aguas,
No estarían bendecidos
Si Tú no las miraras.

Nada valdrían los días
El valle o la montaña,
Su amor a la cabaña
Si Tú no los miraras.

ESTRIBILLO

Llego a Ti con sentimiento,
He percibido la luz
Y me acerco al sacramento
Bendecido por tu cruz.

Regresaré a tu morada
Con amor y sentimiento
Sin tristeza en la mirada
Contigo en el pensamiento.

                    Antonio Fernández Molina

© Herederos de Antonio Fernández Molina


[Para el presente poema de Antonio Fernández Molina la artista Feli Burillo compuso la partitura musical que arriba figura. Desde aquí nuestro agradecimiento por permitirnos su reproducción.]

Antonio Fernández Molina, poema de Alfonso López Gradolí

Antonio Fernández Molina, poema de Alfonso López Gradolí

Nació en Alcázar de San Juan, aunque su familia
era de Guadalajara, pero no sé si ello importa
para esta carta o poema. Su abuelo estaba en Casas
de Uceda y era ganadero; el padre había muerto
       al comienzo
de la guerra española de los tres años. Las biografías
dicen que es universitario, años más tarde hace
        “Doña Endrina”,
una rara y excelente revista literaria, trabaja
       de maestro,
publica sus primeros libros y decide ser enterrado
       en Casas
(él llama así al pueblo que es protagonista en una
de sus novelas), donde conoce a su mujer Josefa
       Anastasia.
En este lugar, con sol de agosto, me ha enseñado
Sus dibujos, collages, acuarelas excepcionales.
       Antonio
Leonardesco, duchampiano, fascinante, competente,
creaba en sus grafismos formas larvadas de semilla,
de pre-formas, antiformas del campo mental
        del artista
con halos de luz, de fuerza, de oscuridad y muerte,
el renacimiento terrible de una agresividad oculta,
una continua apertura de lo ignoto
       y de lo que parece
superreal por ser la realidad otra que inventa,
       descubre
y fascina ya que viene del misterio. Las imágenes
de A. F. Molina son paisajes con árboles, montañas,
rocas, insectos, peces, pero nada es lo que parece
o nada llega aparecer que es tal cosa,
       no representan,
son algo que hubiera podido ser y lo que es si así
       lo dibuja.
Dicen que es un hombre sencillo y un artista raro
su país es únicamente el que se encuentra
       en su alma.
Su tierra es la que tiene calles viviendas,
Quizá en su infancia vio algunas destruidas.
Abandonadas gentes vagabundean por el aire,
no se sabe si buscan un refugio, pero habitan
dentro de su alma. Cuando está Antonio
        en su estudio
quiere encontrar la solución ante el lienzo
        y oye a veces
esquilas y balidos de un rebaño imaginario, las ovejas
cruzan la superficie del cuadro, vuelve su infancia
     campesina,
la luz, olor del pueblo y como en el poema
      de Roberto Goa
el pintor tiene en su mano en vez del pincel
       la hoz segura
que conseguirá la hierba para su ganado
        y en sus cuadros
las casas llevan zapatos y estos tiene ojos
       y los gallos
un reloj entre las plumas. En sus dibujos están
       las intenciones
expresadas de ordenar el caos y la confusión del mundo.
Si alguna vez hace un dibujo ordenado le añade
un elemento insólito, humorístico, una rueda
       en lugar de un pie,
un zapato donde debería estar una mano.
El pez aparece con frecuencia en sus obras
situado en el cielo, en los sombreros, en los tejados,
nunca en el agua ni en una pecera; cuando Antonio
tenía tres años le sacaron de un estanque
       en su pueblo
donde se había metido a coger peces y trasladarlos
        a otros lugares.
Alguien dice de él que es superrrealista o pertenece
        al arte del absurdo,
él traslada el mundo que nos rodea pero visto
       por la lente
de un radical desacuerdo, con burla, rechazo,
       evasión y miedo;
resulta todo teñido de una incoherencia aparente:
       dos lunas
en el cielo, un pez tumbado sobre un campanario
pueblerino.
“Crear lo que no vemos es poesía”, dijo alguien y
Antonio
pinta lo que sólo él ve: un gran insecto que es a
medias
una esquina y la otra mitad una criatura humana.
Pinta
lo que nunca verán otros, sabe que las cosas no
son limpias
y continúa haciendo cuadros o poemas, le recuerdo
con su gran carpeta llena de dibujos, subiéndose a un
barco,
dibujando en la butaca de cubierta. Grafismos a los
que no veo
antecedentes, la pierna que termina en una rueda de
bicicleta,
el brazo con dos manos, la puerta de la casa es una
cabeza,
los pájaros se hacen letras al caer al suelo.
Antonio Fernández Molina, cuántos libros has publicado,
llegando a Madrid para estar unas horas y desaparecer
deprisa,
qué importante vas a ser, lo que dirán de ti cuando te
mueras.


Alfonso Lopez Gradolí   


[Ester Molina, hija de AFM, nos remite este poema que Gradolí dedicó a su padre]

Antonio Fernández Molina, in memoriam por FERMÍN EDERRA ANDÍA

Antonio Fernández Molina, in memoriam por FERMÍN EDERRA ANDÍA

En ABC de Madrid apareció hace mucho tiempo la siguiente esquela: "Al Poeta Antonio Fernández Molina. Escritor Pintor en el segundo aniversario de su muerte que tuvo lugar en Zaragoza el 20 de mrzo de 2005. D.E.P.". Así, como queda reflejada sin que nadie se responsabalice de su publicación. Es decir, es una curiosa esquela anónima, que, por ello, me ha impresionado.

A Antonio Fernández Molina (Alcázar de San Juan, 1927) le conocí en Alcalá de Henarés en el año 1951, cuando ambos encuadrados en las Milicias Universitarias hacíamos nuestras prácticas en el arma de Caballería., él como sargento y yo como alférez. En aquel entonces, Antonio, incomprendido en el ambiente en el que se movía, escribía versos continuamente en un cuaderno que llevaba consigo. Por azares de nuestras respectivas actividades de la vida militar fuimos trabando conocimiento, y conforme más le trataba más me subyugaba su entonces extraña personalidad, y el fondo y forma de sus versos y poemas que, de vez en cuando, me dejaba leer.

En muchas ocasiones se refería a las incompresiones de que era objeto y me leía alguna poesía alusiva al momento en que vivía, como ocurrió una noche en que dialogando en un café de Alcalá, lleno de humo y de ruido, después de contarme su etado anímico lo concretó en el siguiente poema:

Siendo deseos de salir gritando.

No puedo más, arde mi pecho.

Una montaña encima de los hombros

y el crepúsculo mísero a lo lejos.

Escucha, compañero, no te marches

que está mi soledad anocheciendo

y con las sombras llegará despacio

la vaguedad intensa del silencio.

¿Por qué los vientos me golpean

las espaldas famélicas?

Soy ángel de ceniza, tú lo sabes

y la ceniza se la lleva el viento.


El verso me produjo una impresión profunda, pues lo improvisó ante y para mí, y con él me quedé. Refleja, a mi juicio, perfectamente las inquietudes y zozobras del momento en que vivía, y la angustia que sentía en su interior.


Le consolé lo mejor que supe y pude y durante nuestra corta estancia en la ciudad del Henares se estrechó nuestra amistad y yo le ayudé en lo poco que podía y estaba a mi alcance, concretado, casi únicamente a escucharle y animarle en su labor literaria todavía incipiente. Abandonada la vida militar, en muchos años no había vuelto a tener noticias suyas y me preguntaba continuamente que habría sido de él, si habría seguido con sus intenciones inclinaciones literarias que a mí me parecía que tenían que cuajar en algo importante, dadas su sensibilidad y perspecacia e inteligencia, de las que me dio pruebas abundantes.

Así las cosas, un día me enteré, casualmente, que en la Galería Orfila, en Madrid, se celebraba una exposición de cuadros de Antonio Fernández Molina, que supuse era mi poeta del comienzo de los años cincuenta y allí puede comprobar que efectivamente Antonio seguía vivo y batallando, además de las letras, en otra actividad nueva, cual era la pintura.

Al poeta no pude verle, pues vivía en Mallorca y cuando fui de visita a la Galería ya había vuelto a su isla.


Posteriormente, en la misma Galería Orfila tuve la suerte de localizarle, en una nueva exposición de sus  pinturas. Me presentó a su esposa, le entregué "nuestro" poemita y hablamos de los antiguos tiempos. Antonio ya no era el poeta que yo conocí, ni física ni animicamente.

Desde entonces, hace ya unos años, no había sabido nada nuevo de Antonio, hasta que la publicación "El Punto de las Artes", que recibo periódicamente, me dio noticia de su fallecimiento. Pero curiosidades de la vida, en la última Feria de Otoño del libro viejo y antiguo (29 septiembre-15 octubre 2006) me encontré con un libro de Antonio de título: El cuello cercenado, poesías que escribió entre los días  11, 12 y 13 de noviembre de 1954 en Uceda (Guadalajara), donde ejercía su magisteria en las Escuelas de niños y adultos. El libro, editado por el Gobierno de aragón el 13 de noviembre de 2004, a los cincuenta años de haberse publicado y prologado por Raúl Herrero en abril de 2004, me rretrajo a los años juveniles y, en especial, al de mi conocimiento con Antonio.


Raúl Herrero ha rellenado el espacio en blanco qeu tenía sobre mi poeta, dando cuenta de que "meses después de la parición de El cuello cercenado, el poeta se casa con su prometida Josefa Echevarría. A principios de los años sesenta se traslada con su familia a Palma de mallorca para ejercer de secretario de Camilo José Cela y de la revista ’Papeles de Son Armadans?. En los setenta se traslada a Zaragoza desde donde desarrolla su particular obra hasta hoy".

Desde abril de 2004 hasta el 20 de marzo de 2005, no sabemos la actividad que desarrolló Antonio Fernández Molina, cuya esquela anónima nos recuerda su fallecimiento hace ya más de dos años.

Descanse en paz tan interesante e inquietante poeta.


Fermín Edarra Andía

Licenciado en Ciencias Económicas

Abogado

[El artículo se publicó en ABC en la sección Tribuna Abierta el 6 del 6 de 2007]

 

Aroma de galletas

Aroma de galletas

[En la tarea de nuestra constante búsqueda en la red de noticias en relación con nuestro poeta encontramos a una joven que destaca el libro Aroma de Galletas (Editorial Media Vaca) como su favorito. Además publica el siguiente poema de Antonio Fernández Molina.]


Leo, leo, leo, leo,

sentado junto al fuego

durante esta

corta tarde de invierno,

a poetas de otro tiempo.

En sus momentos últimos

alguna mosca se pasea

entre las letras y los signos,

como borrones íntimos.

Alguna mosca muere.

Despacio y leve

fuera la nieve cae.

En mi espíritu llueve.

La noche llega de repente.

Prosigo la lectura a la débil

delicada y casi amarilla

luz de una bombilla.

La luz cede, cede

cede y desaparece.

Dentro del guante de la soledad

de la luz de un quinqué fraternal,

continúo la venturosa lectura

de textos de poetas

que semejan

ser aventuras

de museo. Leo

leo, leo, leo.

Aroma de galletas

Antonio Fernández Molina

[Si el lector desea visitar a esta entusiasta puede hacerlo en el siguiente enlace:

http://es.wordpress.com/tag/aroma-de-galletas/]

José María Ariño Colás sobre Antonio Fernández Molina

José María Ariño Colás sobre Antonio Fernández Molina

[En la imagen superior Antonio Fernández Molina en una fotografía de Angela Ibáñez]

Después de no haber podido acceder a mi blog por problemas técnicos, aprovecho para rendir un modesto homenaje al poeta-pintor, novelista y ensayista manchego, afincado en Zaragoza, Antonio Fernández-Molina, a quien tuve la suerte de conocer hace unos cinco años y que nos dejó casi de puntillas hace seis meses. Aunque ya lo conocía indirectamente y había leído alguna de sus novelas como "Solo de trompeta", mi lazo de unión con el escritor alcazareño fue la revista Trébede, lamentablemente desaparecida hace más de dos años. Precisamente esta revista le rindió un homenaje en el número 73 de marzo de 2003, uno de sus últimos números, con la portada diseñada por Antonio: "Ramón Acín en Nueva York" y un gran número de acertados artículos. Pero Antonio, desde su humildad, recordará en la otra orilla que no fue valorado justamente en vida a pesar de su larga y profunda trayectoria literaria y artística. Sí que le han llegado, en cambio, algunos homenajes a título póstumo.
Mi homenaje de hoy - también a destiempo - es publicar una reseña inédita de su obra poética: "Fragmentos de una elegía permanente" publicada en 2002 por la editorial zaragozana "Libros del Innombrable" y dedicada a la memoria de Alicia Vidal de Biel, fallecida trágica y prematuramente. La reseña estaba preparada para Trébede, pero tras su inesperado y sorprendente cierre se la envié a Antonio en el verano de 2003. Él mismo me comunicó la noticia de la desaparición de Trébede en una calle céntrica de Zaragoza con estas palabras: "Creo que se va a tomar unas pequeñas vacaciones", que lamentablemente iban a ser definitivas.
Ahí va, pues mi homenaje a Antonio. Espero no se os haga pesada la lectura de esta reseña y os animéis a leer y conocer a este gran escritor, artista y, sobre todo, una admirable persona.

POEMAS DE LA ESPERANZA A GOLPES DE CORAZÓN
Antonio Fernández-Molina, "Fragmentos de una elegía permanente", Zaragoza, Libros del Innombrable, 2002, 70 páginas.

Cuando los sentimientos fluyen desde lo más profundo del corazón, cuando una sólida amistad entrelaza anhelos e inquietudes, cuando la presencia de la muerte se torna más cruel e inesperada, la poesía se transforma en una elegía permanente y vuela más allá de nuestros estrechos horizontes para encumbrarnos hacia las estrellas en busca de esperanza y serenidad con el fin de afrontar la cada día más difícil vereda de la existencia. Estas impresiones se desprenden de la lectura del breve poemario del novelista, poeta, dramaturgo y crítico de arte Antonio Fernández-Molina, publicado recientemente por la editorial zaragozana “Libros del Innombrable”. Fragmentos de una elegía permanente está dedicado a la memoria de Alicia Vidal de Biel, fallecida prematura e inesperadamente en septiembre de 2001. Su labor humanitaria en la India, compartida con su marido Emilio, y su talante optimista y vital han dejado, tras su ausencia, una estela agridulce de dolor, ausencia y soledad. Estas veinte composiciones, nacidas de la amistad del poeta con esta familia, no sólo son un homenaje y un recuerdo a Alicia. Cada uno de sus versos nos acerca de nuevo a un gran artista y a un excelente poeta que durante su larga trayectoria creadora ha plasmado con originalidad sus sentimientos en obras como “Platos de amargo alpiste” o “Sonetos crudos”.
La lectura sosegada y reflexiva de estos poemas nos acerca a la cruda realidad de la muerte que cual una sombra, un cataclismo, una noche oscura o un otoño permanente viene a alterar las sonrisas del amanecer, la placidez del paraíso, los estíos fugaces o el perfume de las margaritas estrelladas. El poeta manchego utiliza una serie de imágenes de herencia surrealista para sumergirnos en un clima de desasosiego no exento de momentos de lucidez y de suave melancolía. Desde la primera composición, el autor se rinde a los imperativos del destino y del azar, proclamando su insolencia: “No busques las respuestas en los bosques / con las preguntas, no busques los tesoros / acepta ya los frutos del azar / misericordioso e insolente”. El destino se erige en protagonista y se lleva a los elegidos a un ámbito incoherente y aparentemente absurdo: “Las alas del azar te han elevado / por encima de las nubes / algodonosas de la incoherencia”.
Alicia, desde el otro lado del espejo, se convierte en receptora privilegiada de los lamentos y reflexiones del poeta. Con ella participamos en esta lucha eterna entre el amor y la muerte y nos elevamos a un mundo de ensoñación y misterio: “Llevada por las alas del amor, / te vi en un vuelo inesperado / con la gracia de una / caudalosa catarata”. Al final, como en el famoso soneto de Quevedo, el amor traspasa las fronteras del más allá y triunfa decididamente de la muerte. Antonio Fernández-Molina, muestra una vez más su maestría en el manejo del endecasílabo: “Amor mueve la Tierra y las estrellas, / triunfa de las desgracias y la muerte, / construye con arena un muro fuerte, / adversas circunstancias torna bellas”. Sin embargo, la ausencia del ser querido deja un profundo vacío y la pena es como un río que crece y se agiganta: “El río de la angustia siempre / profundiza su tránsito, / crecen en el subterráneo de la pena / las hermosas raíces / de los abrazos y las lágrimas”.
La ausencia es recuerdo, inquietud y desasosiego. Una inquietud que se transforma en angustia y en vacío existencial cuando las preguntas del poeta – que son nuestras propias preguntas – no obtienen respuesta convincente. Este estado de ánimo surca con acertadas e inesperadas metáforas el ritmo cadencioso de los versos: la espina, el clavo, las cenizas, las tinieblas, la nieve dura, los relojes blandos,... conforman una escenografía desolada en medio de la cual la vida se esfuma como un miércoles efímero. El poeta retoma a los clásicos para confirmar esta verdad universal; glosa a Santa Teresa con estos versos: “Siempre es viuda la vida, / siempre es una muy mala noche en una / mala posada, Teresa lo decía”. Hay también un recuerdo del Garcilaso más solitario e incomprendido: “A los espíritus / nobles nadie puede quitarles / el dolorido sentir / ni aunque el sentido les quitaren”. Y hallamos también un poema que glosa el famoso verso de Bécquer: “Los suspiros son aire y van al cielo”.
Este poemario elegíaco se cierra con un soneto que deja abierta de par en par la puerta a la esperanza. Sólo desde la amistad, sólo desde el amor tiene sentido este fututo incierto e incoherente: “A todos en su día el amor grande / les llevará cogidos de su mano”. Es el colofón reflexivo a estos poemas que, como es frecuente en otras obras de Fernández-Molina, vienen acompañados por originales ilustraciones que muestran plásticamente el dolor – la luna que llora -, el amor – dos árboles entrelazados – o fluir inapreciable del tiempo – reloj coronando un campanario.

José María Ariño Colás

[En nuestra búsqueda intensa en la red encontramos una entrada en el blog josemarco que una incluye tanto un recordatorio del poeta, como una reseña de su libro Fragmentos de una elegía permanente por José María Ariño Colás. . Si deseas ver el texto en su contexto habitual puedes hacerlo en el siguiente enlace:

http://josemarco.blogia.com/2005/092701-antonio-fernandez-molina.php]

A Antonio Fernández Molina (Poema de Marisa Lanca)

A Antonio Fernández Molina (Poema de Marisa Lanca)

Me apetece dedicar este día a Antonio Fernández Molina. Un maravilloso poeta-pintor-amigo que hace muy pocos años se fue. Y nos dejó un legado apabullante de palabras e imágenes para soñar, pasear, imaginar, pensar... Muy recomendable una zambullida en su mundo ¿por qué no?

Aquí os dejo un poema que escribí al poco de su fallecimiento.


A ANTONIO FERNÁNDEZ MOLINA
In Memoriam

Delicias versiculares
teñidas de ironía fresca,
un soplo, casi un gemido
de savia, obra maestra.

“Antonio, no sabes perder”
gallinas, peces y nubes
le dicen, mientras la luna
sonríe, ¿caras o cruces?

Ha llegado la luz,
todos los colores al unísono
te saludan. Un alud
de sombreros con alas felices
comienzan el baile
con premura.
¡Ya viene, ya viene!

Versos con abrigos de lana
disfrutan
de la nueva brisa,
la de tu mirada.

 

[Nos envía este poema Marisa Lanca desde su recientemente creado blog: http://marisalanca.blogspot.com/2008_11_01_archive.htm]

Carta de Juan Eduardo Cirlot a Antonio Fernández Molina sobre Antología de poesía cotidiana

Carta de Juan Eduardo Cirlot a Antonio Fernández Molina sobre Antología de poesía cotidiana

[En 1965 Antonio Fernández Molia preparaba la Antología de poesía cotidiana (Alfaguara, 1966). Por tanto muy probablemente la carta de Juan Eduardo Cirlot fuera la respuesta a la remitida por Antonio Fernández Molina respecto a su intención de incluirle como autor en la citada antología. Gracias a la familia Molina-Echeverría publicamos este documento de primer orden por los velos que desvela.]


Sr. D. Antonio F. Molina

Fco. Vidal, 175

La Bonanova

Palma de Mallorca


Estimado amigo:


Habiendo recibido su carta de 8-cte. le mando lo que me pide (la foto es con brillo, pero se reproducen igual) y mi último opúsculo poético editado* (último ejemplar que me quedaba), por si desea dar algún fragmento de esos en la antología (preferiría fuera así, que tomados de otro lado).

Verá que mi poética es poco literaria, bastante irracional y un mucho metafísica (en el doble sentido al que nos bifurca el espiritualismo de la gnosis y el concepto filosófico).

Gracias por la admiración que me testimonia: que no merezco salvo en ser víctima de esa deidad desde siempre y hasta siempre (aunque no publique mucho ni continuamente, ni apenas en revistas, ni tenga premios ningunos).

Reciba un saludo afectuoso de su amigo


Eduardo


10.II.1965


* Es un solo poema, a fragmentos. No los escribí por el orden que están. Sufren recortes y reagrupaciones diversas hasta su organización definitiva. Es un hecho normal en mí.

Archivo Antonio Fernández Molina

Carta de Juan Eduardo Cirlot a Antonio Fernández Molina

Carta de Juan Eduardo Cirlot a Antonio Fernández Molina

Amigo Antonio:


Hoy, 13, ha salido tu adivinadora crítica de La Vanguardia. Cuánto te agradezco que me entiendas. Sobre todo la afirmación de que la historia exterior importa menos que la interior. Es tan cierta esta aseveración. Yo esoterico por cultura, nada sabía del verdadero mundo "otro" hasta mi encuentro con Bronwyn, que es lo que los místicos del Irán mazdeano y del Islám llaman un "arcángel femenino". La Daena es la propia alma transfigurada en mujer, o con forma de mujer, que se une al muerto a la tercera aurora después de su fin, en el puente Chinvat (mitología iránica), al puente al que aludo en mi libro al final. Es imposible para mí dar explicaciones concretas en un poema, ni en prólogos ni notas. Los símbolos, aun aislados de su "explicación" concreta, han de vivir y actuar por sí mismos, de lo contrario nada valen. Y más insertos en la lírica, que es otro poder per se. Por cierto, debes tener, o estarás a punto de recibir el Diccionario de símbolos, pues Mas Solanch me prometió enviártelo. En lo relativo a tu probable libro sobre Poesía Española, pienso que si ni Labor ni Guadarrama se interesan, posiblemente lo quiera Plaza Janés (editan una colección de poesía) y puedes dirigirte -no en mi nombre ya que no le he tratado- a Mario Lacruz, Plaza Janés, Enrique Granados 68, Barcelona. Todo, menos abandonar la idea. Es necesario un Libro de la Verdad en este dominio tan abandonado o dejado a confusionismos de política, oportunismo o rutina. Tú tienes las visión de lo que son las cosas, y no has de cejar en este propósito. Deseándote éxito en él, y repitiendo mi agradecimiento por la comprensión de mi obra, te manda un abrazo tu amigo

Eduardo


Barcelona,

13.2.69

 

[© Archivo herederos de Antonio Fernández Molina.]