Antonio Fernández Molina, in memoriam por FERMÍN EDERRA ANDÍA
En ABC de Madrid apareció hace mucho tiempo la siguiente esquela: "Al Poeta Antonio Fernández Molina. Escritor Pintor en el segundo aniversario de su muerte que tuvo lugar en Zaragoza el 20 de mrzo de 2005. D.E.P.". Así, como queda reflejada sin que nadie se responsabalice de su publicación. Es decir, es una curiosa esquela anónima, que, por ello, me ha impresionado.
A Antonio Fernández Molina (Alcázar de San Juan, 1927) le conocí en Alcalá de Henarés en el año 1951, cuando ambos encuadrados en las Milicias Universitarias hacíamos nuestras prácticas en el arma de Caballería., él como sargento y yo como alférez. En aquel entonces, Antonio, incomprendido en el ambiente en el que se movía, escribía versos continuamente en un cuaderno que llevaba consigo. Por azares de nuestras respectivas actividades de la vida militar fuimos trabando conocimiento, y conforme más le trataba más me subyugaba su entonces extraña personalidad, y el fondo y forma de sus versos y poemas que, de vez en cuando, me dejaba leer.
En muchas ocasiones se refería a las incompresiones de que era objeto y me leía alguna poesía alusiva al momento en que vivía, como ocurrió una noche en que dialogando en un café de Alcalá, lleno de humo y de ruido, después de contarme su etado anímico lo concretó en el siguiente poema:
Siendo deseos de salir gritando.
No puedo más, arde mi pecho.
Una montaña encima de los hombros
y el crepúsculo mísero a lo lejos.
Escucha, compañero, no te marches
que está mi soledad anocheciendo
y con las sombras llegará despacio
la vaguedad intensa del silencio.
¿Por qué los vientos me golpean
las espaldas famélicas?
Soy ángel de ceniza, tú lo sabes
y la ceniza se la lleva el viento.
El verso me produjo una impresión profunda, pues lo improvisó ante y para mí, y con él me quedé. Refleja, a mi juicio, perfectamente las inquietudes y zozobras del momento en que vivía, y la angustia que sentía en su interior.
Le consolé lo mejor que supe y pude y durante nuestra corta estancia en la ciudad del Henares se estrechó nuestra amistad y yo le ayudé en lo poco que podía y estaba a mi alcance, concretado, casi únicamente a escucharle y animarle en su labor literaria todavía incipiente. Abandonada la vida militar, en muchos años no había vuelto a tener noticias suyas y me preguntaba continuamente que habría sido de él, si habría seguido con sus intenciones inclinaciones literarias que a mí me parecía que tenían que cuajar en algo importante, dadas su sensibilidad y perspecacia e inteligencia, de las que me dio pruebas abundantes.
Así las cosas, un día me enteré, casualmente, que en la Galería Orfila, en Madrid, se celebraba una exposición de cuadros de Antonio Fernández Molina, que supuse era mi poeta del comienzo de los años cincuenta y allí puede comprobar que efectivamente Antonio seguía vivo y batallando, además de las letras, en otra actividad nueva, cual era la pintura.
Al poeta no pude verle, pues vivía en Mallorca y cuando fui de visita a la Galería ya había vuelto a su isla.
Posteriormente, en la misma Galería Orfila tuve la suerte de localizarle, en una nueva exposición de sus pinturas. Me presentó a su esposa, le entregué "nuestro" poemita y hablamos de los antiguos tiempos. Antonio ya no era el poeta que yo conocí, ni física ni animicamente.
Desde entonces, hace ya unos años, no había sabido nada nuevo de Antonio, hasta que la publicación "El Punto de las Artes", que recibo periódicamente, me dio noticia de su fallecimiento. Pero curiosidades de la vida, en la última Feria de Otoño del libro viejo y antiguo (29 septiembre-15 octubre 2006) me encontré con un libro de Antonio de título: El cuello cercenado, poesías que escribió entre los días 11, 12 y 13 de noviembre de 1954 en Uceda (Guadalajara), donde ejercía su magisteria en las Escuelas de niños y adultos. El libro, editado por el Gobierno de aragón el 13 de noviembre de 2004, a los cincuenta años de haberse publicado y prologado por Raúl Herrero en abril de 2004, me rretrajo a los años juveniles y, en especial, al de mi conocimiento con Antonio.
Raúl Herrero ha rellenado el espacio en blanco qeu tenía sobre mi poeta, dando cuenta de que "meses después de la parición de El cuello cercenado, el poeta se casa con su prometida Josefa Echevarría. A principios de los años sesenta se traslada con su familia a Palma de mallorca para ejercer de secretario de Camilo José Cela y de la revista ’Papeles de Son Armadans?. En los setenta se traslada a Zaragoza desde donde desarrolla su particular obra hasta hoy".
Desde abril de 2004 hasta el 20 de marzo de 2005, no sabemos la actividad que desarrolló Antonio Fernández Molina, cuya esquela anónima nos recuerda su fallecimiento hace ya más de dos años.
Descanse en paz tan interesante e inquietante poeta.
Fermín Edarra Andía
Licenciado en Ciencias Económicas
Abogado
[El artículo se publicó en ABC en la sección Tribuna Abierta el 6 del 6 de 2007]
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