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antonio fernández molina

Miró y A F Molina, charlan sobre la fraternización de la plástica y la poesía

Miró y A F Molina, charlan sobre la fraternización de la plástica y la poesía

A Miró, que de vez en cuando escribía poesía, le gustaba hablar de sus amigos poetas. Tuvo la suerte de vivir un ambiente donde la plástica y la poesía fraternizaban como antaño lo habían hecho en la obran de Blake y de Victor  Hugo. Casi todos aquellos poetas practicaban la plástica con mayor o menor dedicación, pero siempre con importantes aportaciones.

Un día lo llamé. Quería pedirle una cita para preparar una nueva entrevista que luego se publicó en Revista de Occidente. Me contestó que ese día estaba muy apretado de tiempo. Le manifesté cómo después de haber hablado varias veces con él de la fraternización de su plástica con la poesía, tema de la entrevista, me podía arreglar, si era necesario, con veinte minutos. Quedamos de acuerdo y acudí a la hora convenida.

Me esperaba sentado en el cuarto de estar donde repasaba unas revistas. Se inició cordialmente la conversación. Le hacía preguntas con cierta prisa para aprovechar el tiempo de que disponía y cubrí el objetivo en el espacio de tiempo que se me había asignado. Me disponía a levantarme pero seguía la conversación. Miró me comentaba animado y sin dar muestras de tener prisa por nada ni de estarle esperando ninguna ocupación y se prolongaba la charla. Por entonces había leído un libro muy interesante del poeta Máximo Alexandre, Memorias de un surrealista, donde habla de sus andanzas dentro del movimiento y de su ruptura con los surrealistas. En el libro cuenta cómo se enteró por el librero y editor José Corti, de la muerte de André Bretó. Conti le comentó como se decía que André Breton se había convertido en sus últimos momentos, cosa que sus allegados mantenían en secreto. Por entonces yo estaba especialmente interesado en el fenómeno de las conversiones y buscaba el libro de Máximo Alexandre titulado Sagesse de la folie donde se narraba la suya. Ante mi interés Miró se levantó del asiento y fue a buscar la dirección de la hija del poeta, monja en un convento de carmelitas, para dármela. No pudo encontrarla y seguimos la conversación. Me aproximaba hacia la puerta de salida por que no quería ocupar su tiempo si lo necesitaba. Pero Miró parecía ignorar el paso de los minutos y hablaba muy animado. Estuvimos en la puerta largo rato y salió unos pasos al exterior hablando conmigo de poesía, hasta mi partida.

Antonio Fernández Molina

© Herederos de Antonio Fernández Molina

Fragmento del libro Vientos en la veleta (Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006)

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