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Obituario de Antonio Fernández Molina por LUIS ANTONIO DE VILLENA

Obituario de Antonio Fernández Molina por LUIS ANTONIO DE VILLENA

 

OBITUARIO. ANTONIO FERNANDEZ MOLINA
Un poeta prolífico de escasa suerte literaria
LUIS ANTONIO DE VILLENA

Quizás avejentado, pero bien trajeado y con veraniego sombrero de paja, recuerdo a Antonio Fernández Molina -en Cuenca creo- en un congreso estival sobre el postismo, al que fui a dar una conferencia.

Para quien quisiera oírlo, casi todo en Fernández Molina era una queja o la implicaba. No siempre lo citaban entre los postistas (Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Chicharro hijo) y él había estado allí. Le faltaba reconocimiento, atención, posibilidades. Sé que los últimos años de este poeta han sido de lamento y ardua resignación.

La Literatura -la Poesía- no habían sido justas con él. Y sin embargo recorrió ampliamente sus caminos. Sabemos ahora, tristemente, que se quedó en puertas de casi todo. Acababa de ser propuesto como candidato al premio Príncipe de Asturias, y el ayuntamiento de su manchega ciudad natal quería hacerlo hijo predilecto. No ha dado tiempo.

Antonio Fernández Molina nació en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1927. Y era maestro. Muy joven, estuvo cerca de la vanguardia postista que, con Gregorio Prieto, Angel Crespo, Nieva, tanto tuvo que ver con esas tierras.

Con 24 años, Fernández Molina fundó y dirigió una de aquellas muchas y nobles revistas provincianas de la época, Doña Endrina.Luego fue secretario personal de Camilo José Cela, en Mallorca, siendo secretario (sustituyendo a Caballero Bonald) de la influyente revista Papeles de Son Armadans hasta 1967.

Su primer libro de poemas se editó en Madrid, en 1953, Biografía de Roberto G. Ese mismo año publicó Una carta de barro. En Caracas, en 1956, se publica Semana libre y las fuerzas iniciales, y en Bilbao, en 1960, Sueños y paisajes terráqueos.

Antonio Fernández Molina tuvo plurales inquietudes poéticas, y se le puede encontrar entre la vindicación surrealista y el apetito de la palabra en libertad, igual que en la poesía más directa y comprometida (Leopoldo de Luis, en 1965, lo incluyó en su célebre antología Poesía social). Pasados esos años de reivindicación y lucha, la figura de Fernández Molina se desdibuja un tanto. Parece un poeta solitario que no ha hallado su sitio ni siquiera su camarilla, pese a existir tantas. Él no cejó, no obstante, en su actividad de poeta, antólogo, traductor y también pintor y dibujante. Desde hace años vivía en Zaragoza.Allí había publicado ya Arando en la madera (1975), Antología de la poesía cotidiana, y el que ha sido, hace un año, el último de sus libros en vida Aromas de galleta, para público infantil.Más allá de los linderos de la calidad, que Historia y crítica deben deslindar, queda claro que Fernández Molina -algo huraño, al fin- no fue un hombre con suerte literaria. Francisco Nieva, en sus memorias Las cosas como fueron, recuerda, fugazmente, a Fernández Molina entre los postistas: «sereno y extremadamente receptivo».

Antonio Fernández Molina, poeta, nació en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1927 y falleció en Zaragoza el 20 de marzo de 2005.

[Este artículo de Luis Antonio de Villena se publicó en el diario El Mundo el lunes 21 de marzo de 2005. El lector lo encontrará en su contexto original en el enlace: http://www.elmundo.es/papel/2005/03/21/opinion/1773219.html]

[El retrato de Antonio Fernández Molina procede de la siguiente página:

http://www.hamacaonline.net/obra.php?id=660]

 

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